Opinión

La deuda histórica con la población trans sigue siendo enorme

La deuda histórica con la población trans sigue siendo enorme

Estamos en la víspera del Día Internacional de la Visibilidad Trans, el cual se conmemora el 31 de marzo de cada año desde 2009, año en que fue propuesto por Rachel Crandall, activista transgénero y directora de Transgender Michigan; y por ende considero que hoy vale la pena reflexionar qué tanto hemos avanzado en la “visibilidad trans” desde entonces.

A grandes rasgos, algunos logros en la materia son que ya no se considera como una patología, que existen organizaciones de apoyo específicamente para la población trans y que actualmente se ha vuelto común ver representación trans en diversos espacios públicos y medios de comunicación. Sin embargo, me pregunto, ¿son suficientes?

Empiezo, por ejemplo, con el desconocimiento que sigue habiendo respecto al tema ya que el término “trans” se está usando cómodamente como una especie de paraguas para abarcar varias identidades y orientaciones y eso es algo que, aunque tiene como buenas intenciones, genera confusión en los términos y provoca que el resto de la población usemos indistintamente (y casi como sinónimos) palabras como transgénero, transexual, identidad u orientación sexual o, peor todavía, metamos (a la fuerza) dentro de lo “trans” a personas travestis, drags, no binarias, agénero y un largo etcétera. Sí, lo trans es un término aglutinante; pero no está de más aprender un poco de terminología por mero respeto y a fin de no meter la pata a la hora de expresarnos.

Por otro lado, me pongo a pensar (desde mi perspectiva muy sesgada y a la distancia) en que la población trans ha luchado en contra de todo sistema existente tan solo para que se les reconozca como personas: para poder gozar de sus más mínimos derechos. Así pues, veamos que la transexualidad apenas se dejó de considerar como un trastorno en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales (DSM-5) de 2013, ¡hace diez años! Supongo que esto debe ser el sueño de cualquiera, ¿no?, tener que luchar para que un psiquiatra “apruebe” que tu salud mental no es anormal y que lo que sientes es perfectamente válido. ¡Qué bien por quienes ya gozan de ese (mínimo) avance, porque ni siquiera se debió cuestionar su “anormalidad”; pero qué mal por quienes vivieron antes de eso y sufrieron falta de entendimiento y de empatía!

O, cambiando de tema, hablemos del aspecto laboral. Por ejemplo, apenas el 15 de julio de 2020 en Estados Unidos (país de primer mundo) la corte suprema determinó que estaba prohibida la discriminación laboral a personas homosexuales y trans (sí, hace apenas tres años), ¿y en México? Aquí estamos en pañales, pues apenas se está avanzando en la homologación legal que permitirá que, quienes no se identifiquen con su sexo asignado al nacer, tengan documentos que avalen y den congruencia a la manera en cómo se autoperciben y expresan; lo cual les permitirá, en su momento, conseguir puestos de trabajo sin tanta dificultad porque sí, es el Estado quien le ha dado “permiso” a la población trans para que sus nombres coincidan con la manera en que se autoperciben y yo me pregunto, al igual que en el punto anterior, ¿y qué hay de quiénes se quedaron en el camino y no vivieron para gozar de este avance?

No me cabe ninguna duda: estas y otras cuestiones (como la creciente “visibilidad trans” en series y películas; aunque a leguas se nota que sigue quedando muy por debajo respecto a la visibilidad de la población homosexual masculina y femenina) son excelentes logros para la población trans; pero llevan tan poco tiempo vigentes que la deuda histórica tardará mucho en quedar saldada… ¡pero tiene qué quedar!
 

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