Opinión

Lo mío, lo tuyo y lo nuestro

Lo mío, lo tuyo y lo nuestro
Por:  Redacción Diverso

"Yo hice todo por él", "quiero que sea feliz", "me hace enojar", "¿por qué no me ama como lo amo yo?", "no le digo porque no quiero que se moleste", "si ella está bien, yo estoy bien"; estas afirmaciones son algunas de las muchas que escucho en el consultorio cuando el tema de pareja es el motivo de la visita. Breves, pero sustanciosas, las oraciones filtran la posible causa del desajuste: no existe un reconocimiento sobre los límites del contacto, es decir, no hay claridad sobre lo qué es mío, qué es tuyo y qué es lo que compartimos en corresponsabilidad como pareja.

Existen tres personas claves en una relación, cualquiera que sea su naturaleza, pero que principalmente se reconoce con la pareja: el Yo, el Tú y el Nuestro. En la abstracción es relativamente sencillo comprender sus fronteras. En lo interior (Yo) se encuentra todo lo que me pertenece; en el exterior (Tú), lo que es tuyo; y en el Nuestro, aquello que compartimos en el proyecto en común, como el sexo, presupuesto, acuerdos, planes, decisiones y proyectos en los que nos vinculamos ambos. En la vida real, es mucho más complejo tenerlo claro.

Una forma fácil de vivirlo, como lo repito en consulta, es reconocer que nuestra piel es la frontera natural que nos separa del entorno. Al sensibilizarme, puedo identificar lo que sucede a mi interior, en el Yo. Por ejemplo: "yo soy quien siente mariposas en el estómago cuando te veo", "el estómago me duele cuando me enojo", "a mí me tiemblan las piernas ante una situación de estrés"; lo que sucede al interior de mi piel es exclusivamente mío, me pertenece y es mi responsabilidad hacerme cargo de ello. Lo que sucede contigo, no está en mi zona de injerencia, no me es soberano y, por lo tanto, no puedo hacer nada al respecto.

No obstante, en una situación donde la neurosis está exacerbada, pareciera que en la desensibilización de nuestra piel creemos, efectivamente, que lo que sucede con el otro es nuestra responsabilidad. Vivimos un extravío total. "Conmigo vas a ser feliz", "yo debo tranquilizarte", "no quiero que sufras". Ante esta manifestación, la situación de la pareja es compleja. La confluencia ha provocado que las divisiones entre el Yo y el Tú sean casi invisibles y ahora ambos van por la vida creyendo que las necesidades son compartidas y que cualquier requerimiento en lo individual, que contravenga al otro, es una traición al proyecto de vida juntos. "Me molesta que yo estoy enojada y él como si nada", escuché decir a una consultante en una ocasión. La fusión es tal, que las emociones del otro deben emparejarse con ella, de lo contrario, se incrementa el brote neurótico en su autora.

El obstáculo, en el fondo, consiste en el desconocimiento de esta frontera natural entre el individuo y el entorno que ignora las necesidades particulares y, por consiguiente, su eventual resolución; permanece adherido a los requerimientos ajenos, totalmente desafecto de la referencia natural inmediata: la propia.

El vínculo entre los dos, el Nuestro, es un espacio que se comparte, pero no por ello se elimina lo que sucede conmigo y contigo, que es tan legítimo como lo que nos une. La relación de pareja puede compararse con una mesa de tres patas, cuando una de ellas esté más corta, el resultado será nefasto; no importa cuál de las patas mida más que la otra, o incluso que existan dos, el desequilibrio siempre pronosticará que la pareja entrará en una situación crítica. Solo es cuestión de tiempo.

Es por eso que, para muchos, la recomendación es asistir a sesión de terapia en lo individual, para revisar en primera instancia qué sucede con el Yo, en lo interior; y luego dar paso a la pareja y revisar el fenómeno en lo Nuestro. Partimos de una afirmación elemental: no ofrecemos al espacio que compartimos lo que no producimos en lo particular. Si la relación es caótica, muestra el reflejo de lo que viven sus protagonistas en cada uno. Las herramientas que tenemos marcan la forma en la que llevamos nuestras relaciones.

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